Las cosas más sencillas.
Ultimamente he estado pensando mucho sobre esto de la guerra de los sexos. No he debido ser General en otras vidas porque las guerras no me gustan y soy un desastre en todo lo que significa estrategia. A la vista está evaluando los resultados. Bueno, el caso es que esta guerra sí que me gusta porque me da una idea del tipo de víboras enrevesadas que somos las tías de hoy en general. Ya sé que esto traerá cola, por aquello de que las mujeres debemos luchar, que estamos sometidas, discriminadas y pobrecitas nosotras. Bien, en esto estoy de acuerdo para la generación anterior, pero las nenas de la generación del 77 y posteriores estamos jugando en otra división gracias a las anteriores nenas y si no nos controlamos un poco con los chicos de nuestra época vamos a pifiarla esperando un imposible. Las chicas de hoy queremos imposibles lógicos. Reconozcámoslo, nos hemos criado viendo a Mazinger Z y el funcionamiento de la informática: el ordenador lo hace todo solo pero única y exactamente lo que le has enseñado. Y creo que eso es lo que esperamos de nuestros chicos. Queremos que tengan iniciativas pero sólo las que nosotras consideramos válidas. Desconfiamos. En parte ellos, como género se lo han buscado pero... a ver... nosotras protestamos porque no nos dejan demostrar lo válidas que somos profesionalmente pero no les damos a ellos la oportunidad de ver qué saben hacer en esto de las relaciones por sí mismos. Por otra parte la generación Cosmopólitan (publicación con la que desde luego disfruto sin medida) es para todos, digo, los chicos también leen, han visto los trucos y ya saben cómo funcionamos las niñas, así que... ¿por qué no dejamos de fustigarles y les damos un poco de cancha? A lo mejor nos sorprendemos para bien.
A lo mejor no.
Pero a lo mejor nos sorprendemos para bien.
Quizá lo de la metrosexualidad (sin llevarlo al extremo, por favor) a la que han llegado no sólo consiste en cuestiones estéticas; a lo mejor resulta que les da una excusa para demostrar que ellos también aprecian los detalles, no son superhéroes aunque en público se lo hagan, y además de disfrutar como energúmenos con un partido de fútbol y la F1 también les gusta un buen libro o una película con una fotografía impresionante sin perder sex appeal ni masculinidad ni caer en la sensiblería de los pusilánimes.
Me encanta ser mala, ya sabéis, por eso de que las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes (yo tampoco lo he leído pero también me encanta el título), pero sé que en el fondo no lo soy. Por eso he llegado a la conclusión de que cuando un tío sabe qué quiere en su vida y te lo cuenta sin más misterios, es porque es auténtico y se ha ganado por lo menos un voto de confianza. Si tú también se lo has dicho, supondremos que le ha quedado claro. Por tanto, si después de un tiempo seguís jugando al gato y al ratón nos habremos quedado en un intento de tregua en esa guerra chico-chica y en tal caso, al no haber tenido éxito la estrategia de la sencillez y sinceridad en la magia de las relaciones, ¿habrá que volver a las estrategias para llegar al mismo punto por una vía socialmente estándar en la actualidad? ¿habrá que seguir jugando al me interesas pero me hago la sueca porque me sobra independencia? Parece que sí.
Tal vez en generaciones posteriores se tomen en serio eso de la gestión del tiempo y dejen de perderlo en dar vueltas alrededor de la farola. Tal vez las generaciones posteriores de niñas sean más transparentes y menos fustigadoras y los niños se muestren como son sin miedo de que, si la cagan, la dulce nena que tienen delante abra la boca y salga el alien despiadado que les arranque la cabeza por haber cometido el error de ser humanos.
Mientras tanto me dedicaré a la lectura de El Arte de la Guerra del General Sun Tzu a ver si aprendo algo.
Puedo haber perdido una batalla (o muchas) pero... ¡aún puedo ganar la guerra!
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